A pesar de ser muy venerada entre los católicos, el 14 de noviembre de 1921 un hombre intentó destruir la tilma de Juan Diego con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que afortunadamente para los creyentes no logró dañar la imagen, gracias a un hecho insólito.
“Un hombre desconocido, con el pretexto de depositar él mismo un ramo de flores se acercó al altar y colocó su ofrenda ante la Imagen venerada de Nuestra Señora”, refiere un relato que se puede encontrar en la parte posterior de la Basílica de Guadalupe.
Además del relato, también existe la razón que evitó el daño a la imagen de la Virgen, se trata del ‘Cristo del Atentado’, un crucifijo doblado, recostado sobre una almohadilla verde.
La historia de este suceso, refiere que aquella fecha “Alrededor de las 10:30 de la mañana, estalló una bomba de dinamita que se hallaba oculta entre las flores. Los desperfectos fueron en las gradas del altar, que son de mármol, en los candeleros de latón y en esta Sagrada Imagen de Ntro. Señor Crucificado, que retorcida cayó al suelo”.
El pesado crucifijo de bronce se dobló hacia atrás a causa de la explosión, evitando así que el impacto de la bomba dañara la Sagrada Imagen. Desde ese día, fue nombrado como el “Cristo del atentado”.
En el relato mencionado, se señala que tras la explosión, el cristal del cuadro que protegía la imagen de la Virgen de Guadalupe “ni siquiera se dañó”.
Este sucedo conmocionó a los católicos, la indignación del pueblo mexicano por el atentado fue grande y tres días después, el 17 de noviembre “el comercio de México ciudad capital cerró durante 5 horas como protesta por este terrible atentado”.
“Desde entonces, el pueblo fiel de México venera de un modo especial esta Imagen de Ntro. Sr. Jesucristo, que protegió a su Santísima Madre de tan perverso atentado”, se lee en el mismo relato.